Comiendose la vida

Me detengo un momento a observar ese color que nunca antes me había percatado que tenía este producto, lo huelo y dejo primero que me atraiga por sus fragancias y sus colores, luego empiezo a tocarlo y también siento la textura; y entonces sí, empiezo a masticar y con cada mordida siento el sabor, el gusto que tiene esa porción, trituro cada bocado sabiendo que eso que estoy comiendo pasará a formar parte de mi ser.
¿Cuantas veces en nuestras comidas hemos dedicado aunque sea cinco minutos a registrar lo que estamos por ingerir y nos dimos la posibilidad de ser conscientes que lo que comemos se constituirá en un combustible para nuestro vivir diario? ¿Cuanta comida hemos tragado por el sólo hecho de cumplir con el almuerzo y cena sin sentir siquiera gusto?
Sugiero a todos hacer el experimento de comer más despacio, de disfrutar de cada bocado que se ingiere; verán que la comida de esta manera no engorda de la misma manera que cuando tragamos en automático cómo si fuésemos ese personaje de un juego clásico llamado pacman.
Ahora bien, entrando un poco más en el terreno de lo psicológico, podría decir (y seguramente todos coincidirán) que no sólo de comida nos llenamos; muchas veces junto con la comida o por separado tragamos un montón de cosas.
Para vivir en sociedad, nos enseñaron que no hay que expresar todo lo que pensamos y mucho menos aún lo que sentimos, para conducirse correctamente hay que saber comportarse cumpliendo con todos los mandatos que nos cuelgan: "los hombres no lloran", "tenes que ser fuerte", "hay que formar una familia, tener un buen auto y tener el futuro organizado", " a los 18 tenes que empezar una carrera universitaria", "las mujeres tienen que atender a los hombres", "si te acostas con muchas chicas sos un macho", "demostrar afecto a un amigo es signo de poca hombría", "las mujeres no pueden opinar sobre fútbol", "el hombre tiene la obligación de trabajar, la mujer puede optar", "disfrutar de un momento sin hacer nada es perder el tiempo", "hay que ser productivo", "hay que seguir adelante, la vida continua"; y podría seguir y seguir pensando muchos otros mandatos que alguna vez un maestro, nuestros padres, algún familiar, un par o algún medio de comunicación hizo que incorporemos sin que pase por una selección conciente de nuestro ser; a estos mandatos que pasan a formar parte de nosotros se los conoce como introyectos, y no es que sean una mala palabra sino que tienen que ver con la constitución de una estructura que nos permite vivir o decidir. El tema es lo que sucede cuando incorporamos un introyecto sin realmente pensar si queremos hacerlo; es como tragar un pedazo de carne sin masticarlo y trituralo bien primero (recuerden, si alguna vez les ocurrió algo de esto) nos atoramos, nos sentimos mal, "nos cae pesado", al igual que cuando hacemos y vivimos según mandatos que hemos incorporados sin hacer el ejercicio de masticar y digerir cada cosa para ver si elegimos incorporarla a nuestro modelo; esto sería darnos la oportunidad de pensar que cosa hacemos desde el orden de los "debería" para decidir si de verdad lo deseamos; por ejemplo: "debo ser un buen hijo" es algo que quizás tenemos incorporado porque socialmente nos enseñaron que hay que respetar a los padres y agradecerles por nuestra existencia, pero si lo hacemos desde la obligación aparece la duda y la culpa y hasta muchas veces el hacer para no ir en contra de lo establecido, pero entonces nos olvidamos de la elección y del placer de decir: "yo quiero ser un buen hijo", elijo hacerlo porque me siento bien y no para cumplir con las expectativas de nadie más que las mías.
En cuanto a los sentimientos, podemos darnos cuenta que nuestro sistema digestivo, en especial el estómago, constituye un gran indicador de cómo estamos o qué nos pasa: cuando tenemos miedo, bronca, angustia o estamos nerviosos, nos duele, decimos que se nos cierra la panza, o con la ansiedad contrariamente comemos sin importar que.
Muchos síntomas y enfermedades que involucran al sistema digestivo pueden ser perfectamente asociables al estado de ánimo que tenemos en ese momento: úlceras, descomposturas, vómitos, colon irritable, diarreas crónicas, hemorroides, son algunas de las que se me ocurren. Muchas veces pueden ser aprovechados para ver qué no estamos pudiendo expresar, qué nos preocupa en exceso, qué está pasando en nuestro entorno y revisar un poco nuestros vínculos con los demás.
A lo mejor contrario a lo que se cree todo el tiempo acerca de que son los adultos los que educan, tengamos que dedicarnos a aprender de los niños ya que ellos no necesitan tantas complicaciones para expresar lo que necesitan y lo que sienten. Si nos permitimos aunque sea un momento conectarnos con aquella época y empezar a elegir como lo hacen ellos podríamos ser conscientes de cuantas cosas tóxicas incorporamos a nuestro ser en vez de nutrirnos con lo que elegimos; y a partir de allí cada vez que comamos algo sentir que nos ALIMENTAMOS para vivir un día más razonando, sintiendo y existiendo, y no vivir para comer sino comer para vivir.

Mauricio J. Strugo ( boletin electrónico 6 Agosto 2007)

2 comentarios:

mialbum dijo...

esta muy buena esta nota,en general
el blog es muy amigable, lastima que no se pueda mandar un email con colaboraciones o tener un contacto con quien lo hace

Anónimo dijo...

cada vez me gusta mas lo que escribìs, sos realmente muy bueno, comparto con vos lo de los mandatos familiares o de la sociedad, nos atamos a eso y dejamos de ser nosotros mismos. A COMERSE LA VIDA.LUCRE