Maldita Adolescencia




Preocupado, intentando ocuparme de esto que me pasa, me aparece cierta inquietud, angustia por no saber que hacer ante tantos adolescentes que quieren ser escuchados, e imposibilitados de usar la palabra recurren a hacerse daño mediante el uso de síntomas o maneras de expresarse que poco tienen que ver con la vida y el crecer.
Más que desde mi lugar de psicólogo, me conecto con mi propia adolescencia, resueno con su sed de hablar, de expresarse y de lo hermoso y contagioso que resulta cuando vemos todo lo que el adolescente tiene para regalarnos.
Resulta muy fácil saber todos los prejuicios que hay con respecto a esta etapa: “Están todos perdidos”, “No hay futuro”; “no les importa nada”, “Son unos huecos”; y puedo darme cuenta de cuanto y cuan pesado es todo lo que se proyecta en ellos sin entenderlos, sin respetar su proceso y sus individualidades.
En mi propio proceso de pasaje de la adolescencia a la adultez, en estos momentos de mi vida, siento la necesidad, viendo un poco para atrás, hincándome en el presente y empezando a despedirme de esta etapa, de decir algunas cosas, de tomar la batuta como se dice y de expresarme.
Si el adolescente es rebelde es por algo, quizás tendríamos que escuchar un poco más a estas alarmas protestonas, para observar, sacándonos esos lentes gruñones, que están percibiendo que como adultos no podemos ver.
Quizás si dejamos de acusar de que no escuchan o no hacen caso y ocupamos la estrategia de acercarnos dándoles la libertad de decir lo que quieren y les mostramos respeto como el que pretendemos nos sorprenda lo interesante que puede ser la visión de una persona que se permite cambiar todo el tiempo de visiones de la vida, de ídolos, de proyectos pasando por la experiencia de cada lugar para después elegir donde quedarse cuando decida hacerlo, podamos aprender algunas cosas, como ellos aprenderán de nosotros a elegir y sostener cuando sea tiempo de hacerlo pero no antes.
¿Ustedes creen que a los adolescentes a quienes les dicen que el futuro depende de ellos no les duele ver como está quedando el mundo que van a recibir para hacerse cargo? ¿Ustedes creen que la violencia que tanto nos sorprende en las escuelas y en otros lugares de adolescentes nada tiene que ver con lo que ocurre fuera de esos ámbitos y entre adultos en todo el mundo?
No se imaginan cuanto duele ser adolescente en una etapa de transición en la que les piden que sean más adultos cuando los propios adultos muestran que resuelven las cosas como niños malcriados.
Ojala podamos concentrarnos más en acercarnos y abrazar a nuestros hijos que en impartir lecciones; creo que si lo hacemos recién ahí este ser acusado de rebelde sin causa, que ahora espero que comprendan que tiene bastante causa para serlo, podrá escucharnos. Piensen como hijos cuanto más hubiesen escuchado a sus padres si lo que les decía iba acompañado de una palmada, un abrazo o un “te quiero”

Mauricio J. Strugo


(Octubre 2007 boletin 8)


Generación Y (los jóvenes de hoy)

Hace poco empecé a encontrarme con distintos textos que hablaban acerca de esta nueva denominación con la que se clasificaba a los jóvenes de la actualidad. Fue en el momento justo porque hace un tiempo vengo preguntándome si la perdida de ideologías a partir de mi generación era algo propio del ser adolescentes en este contexto actual o no había ningún movimiento lo suficientemente interesante para sentirse identificado y apoyar. Antes cuando nuestros padres eran adolescentes sabían a que ismo pertenecían, se decía que tenían ideales y vivían en base a ellos; hasta tal punto estaban comprometidos al movimiento al que pertenecían que defendían fervientemente sus ideas frente a quién tuvieran que hacerlo, a veces sin importar las consecuencias.

Hoy todo pasa rápido y todavía no termino de darme cuenta si es por la velocidad del mundo o por intención de quienes lo habitamos.

En esa vertiginosa manera de transitar los días también entran los adolescentes de cuya etapa hasta hace poco se decía que era una transición del ser niños a ser adultos, pero que hoy si queremos realmente hacer una análisis de nuestra sociedad tenemos que tomar en cuenta como una etapa muy influyente.

¿En qué andan los adolescentes de hoy? ¿Qué sienten? ¿Qué les pasa? Probablemente mis respuestas estén influidas por mi cercanía a la adolescencia ya que hoy en día se habla de adolescencia tardía y entonces de alguna manera recién estoy saliendo de ella; Desde ahí puedo decir tratando de contestar algo de estas preguntas que los adolescentes que crecieron en estas últimas décadas se acostumbraron de alguna manera a vivir solos, aprendieron a vivir con el televisor y la computadora como integrantes de la familia, interactuando con ellos a veces aún mas que con otros miembros del clan familiar, trayendo esto como consecuencia muchas dificultades para vincularse en todas sus relaciones humanas ya que aprenden a comunicarse más por vía cibernética que a través del dialogo presencial en el que uno recibe gestos, usa el cuerpo y enriquece lo que dice con todo un arsenal comunicativo que se pierde cuando se hace con monitores como filtro.

Cuando tengo la posibilidad de acompañar en un proceso terapéutico a algunos adolescentes de 13 a 20 años o cuando simplemente tengo la oportunidad de dialogar con ellos puedo ver, cuando después de un tiempo empezamos a quebrar esa capa superficial de la que los acusan sin preguntarse para que les sirve, el vacío que sienten en sus vidas y cuán necesario es para ellos ser escuchados y respetados en sus maneras de ver el mundo; me encuentro con personitas que por estar más cercanas a la niñez pueden ser mucho más creativas que los adultos, que para resolver una cuestión nos ahogamos en un vaso de agua. Cuando se les da la posibilidad de manifestar lo que sienten es como una olla que se destapa y fluyen sentimientos auténticos que muestran cuanto quieren formar parte de este mundo y cuán difícil les resulta entenderlo y que los entiendan.

Estoy convencido por mi experiencia personal y por el compartir que la mejor ayuda que puede recibir un joven en estos tiempos es el acompañamiento, la enseñanza del diálogo aunque al principio se niegue a el (y como no hacerlo si no se les enseñó).

Basta de acusar a la juventud de hueca si no hay contenidos que resulten atractivos, o si en cada cosa importante que sucede no nos detenemos lo suficiente, basta de acusar a los medios masivos de comunicación, a la tecnología o a Internet si nosotros como adultos no generamos un espacio donde podamos comunicar no solo lecciones de vida sino también nuestros errores, dolores y sentimientos.

Mauricio J. Strugo
(Octubre 2007 boletin n°8)