Prendo la televisión y hay un hecho de violencia, abro el diario al azar y encuentro otro hecho relacionado con la violencia, en la radio escucho que asesinaron a alguien; recibo un bombardeo de información relacionado con está temática y aunque de tanto escuchar/mirar/leer acerca de ella parece algo familiar, me niego a aceptarlo.
A veces tengo la sensación de estar en una telaraña, en un entramado en el que la palabra "violencia" es la reina de casi todas las conversaciones; ¿Viste a quién mataron?, ¿Sabes que tal estuvo en el medio de un tiroteo? ¿Vos también recibiste un llamado en el que te decían que tenían a tu hijo y que querían algún dato tuyo a cambio?, Carlos iba hablando por celular y se lo manotearon; A la hija del vecino la violaron cuando volvía del trabajo; Mi hijo intentó defender a una chica en el boliche a la que varios chicos molestaban y me llamaron del hospital esa madrugada, A nuestra vecina de 80 años le entraron a robar y la ataron a su cama; lamentablemente puedo seguir escribiendo muchos más ejemplos pero a medida que van saliendo uno a uno me angustio pensando en cuán acostumbrado estoy, y creo estamos como sociedad, a vivir con esto, es tanto nuestro convivir cotidiano con esta realidad que hasta ampliamos nuestro vocabulario incluyendo la jerga particular que se maneja en esos ámbitos.
Sería fácil, como hacemos habitualmente, culpar de esto a la gente de clases sociales bajas, a la droga, a la juventud (que para muchos esta perdida), a las escuelas, e incluso a nuestros gobiernos y gobernantes, está es una opción, una mirada en la que muchos se quedan quizás por no hacer el esfuerzo de ir un poco más allá, quizás por el desborde que la situación esta provocando en todos o quizás porque culpar al otro de todo lo que nos pasa es la mejor manera de no hacernos cargo de que el problema es nuestro ¿Como? Yo no tengo nada que ver, yo nunca robe, mate, secuestre a nadie, dirán muchos; Otros tal vez podrán intentar, como estoy intentando hacer yo en este momento, mostrar que todos somos partes de esta sociedad y de los acontecimientos que en ella suceden, lo lamentable es que en muchas oportunidades para hacernos cargo del problema tenemos que transitar por algún hecho extremo para salir y prevenir a otros.
La violencia puede ser vista como un síntoma, como una enfermedad que está desbastando a la Argentina; observen sino lo asustada que camina la gente, prueben rozar a alguien cuando caminan y verán el miedo que hay en todos.
Creo que la mejor manera de curar esta enfermedad es tener en cuenta como primera medida que todos vivimos atravesados por la violencia, no sólo porque nos hicieron algo a nosotros, sino pensando acerca de nuestra propia violencia, que insisto es más difícil ver y asumir que la que vemos afuera, en los demás.
Violento no solo es el que pega, el que agrede, somos violentos cuando manejamos, somos violentos cuando vemos una persona mayor subir al autobús y no cedemos nuestro asiento, somos violentos cuando se produce un embotellamiento y empezamos a tocar bocina como locos, somos violentos cuando ignoramos al otro, somos violentos cuando sabemos que el otro nos necesita y nos borramos, somos violentos cuando ignoramos las sabias palabras de los mayores, somos violentos cuando queremos tener razón, somos violentos cuando manejamos y vemos que alguien está intentando cruzar la calle y no nos interesa salvo por nuestro auto, somos violentos cuando sacamos a nuestro perro y hace sus necesidades en la calle y no nos importa que el otro las pise. ¿SOMOS VIOLENTOS?
No se ustedes pero en el último tiempo tengo la sensación de que todas las personas viven al límite de la tolerancia, nerviosas, irritables y ante la menor discusión las cosas pueden pasar a mayores, enseguida las cosas se calientan de tal manera que el motivo de la discusión pasa a no tener importancia frente a la posibilidad certera de perder la vida.
No sé si va a pasar este difícil momento que nos toca vivir, lo que sí estoy convencido es de que en la medida que sigamos culpando solo a los otros de lo que sucede en nuestro mundo, sociedad, trabajo, compañeros, amigos, familia y no seamos consientes que nosotros estamos incluidos en esta telaraña, va a ser complicado zafar de esto.
Ojalá mis hijos puedan andar en bicicleta como lo hacía yo, ojalá puedan salir con amigos, disfrutar de la naturaleza, caminar por las calles, jugar al carnaval ya la pelota. ¡Que lindos recuerdos! ¡Que lindos deseos! OJALÁ
Mauricio J. Strugo (boletin electrónico n° 8 Noviembre 2007)